Una experiencia imposible de relatar

Una experiencia imposible de relatar

Una moderna nave de cruceros tiene mil y un entretenimientos a bordo. Algunos son tan sorprendentes que han puesto a nuestro equipo en la disyuntiva de cómo comunicarlo…

Cinema NuovoMondo

Cinema NuovoMondo

De todas las experiencias vividas a bordo del Costa Fascinosa hay una que desafía nuestra capacidad de relatar, o al menos de relatar haciéndole justicia…pero trataremos. Empecemos por una palabra que aprendimos por mera casualidad durante nuestro paseo por Olinda. Una mamá y un papá, muy jóvenes ellos, iban impulsando el cochecito donde su hijita llamaba la atención de los transeúntes no sólo por ser muy bonita, sino por su afán de atraer la atención de la mamá, cosa evidentemente no necesaria porque la joven madre estaba pendiente de ella y hacía de todo por complacerla. El joven padre, algo celoso de tantas atenciones, le dijo a su esposa que dejara de paparicar tanto a la criatura. Nos encantó el término, muy onomatopéyico, y descubrimos que paparicar en portugués es algo así como nuestro “consentir”, “mimar” o el italiano “viziare”.  Y ahí caímos en la cuenta de que a bordo del Fascinosa, desde la salida de Savona, no habían hecho otra cosa que paparicar a los huéspedes y. entre ellos, a nosotros.

Tras zarpar de Recife, un punto de salida referende donde salen cruceros a brasil con salida de cruceros al caribe y llegan miles de cruceros desde miami, se nos ocurrió dejar que nos “paparicaran” una vez más, y nos dirigimos al microcine en 4D, que había despertado nuestra curiosidad. Teníamos entendido que las dimensiones básicas son dos y que el ingenio humano les había sumado una tercera, puesto que gracias a unos lentes especiales, en cine se había llegado al 3D, donde a las dos dimensiones conocidas se les había sumado una tercera, que da una impresionante sensación de relieve. Hasta ahí, todo bien. Pero en la puerta del microcine el letrero era muy claro: veríamos cine en 4D y esta cuarta dimensión acució nuestro interés. Hasta llegamos a pensar mal y nos dijimos que todo podría reducirse a un ardid publicitario… ¡pero no!  Todo resultó ser real y cierto y con un nivel de realidad como nunca antes habíamos experimentado en un cine.

Aquí se hace necesaria otra digresión. Hablar del cine en 4D es como hablar de un cuento de misterio. Al comentarlo, uno debe cuidarse de no revelar si fue el mayordomo quien mató a la vieja dama ricachona o si fue su malvado nieto en busca de acelerar la herencia…  Al hablar del cine en 4D, uno debe evitar restarle impacto a la experiencia que vivirán los demás… ¡y eso es bien difícil!

En el caso del cine en 4D estamos ante una disyuntiva parecida, y optamos por contar de qué se trata, seguros de que una cosa es leerlo y muy otra es experimentarlo en carne propia. En nuestro caso, vimos cuatro películas, tres de cinco minutos de duración y una, un “largometraje” para este tipo de cine, ¡de…15!

Cine 4D

Un cine de 4 dimensiones

Nos colocamos los lentes necesarios para el cine 3D y nos acomodamos en el microcine que tendría como mucho unas 30 butacas, comodísimas y de descomunal tamaño, Delante de nosotros se sentó otra espectadora, una señora francesa. De pronto apareció la operadora, no en la cabina de  proyección, sino en la misma sala, donde había una consola computarizada. Apretó unas teclas y se fue. Las luces se apagaron y de un momento a otro comenzó una aterradora versión -resumida- de Jurassic Park, en que nosotros estábamos en un vehículo del tipo 4×4 recorriendo este horripilante “parque” en plena prehistoria. Y fue ahí que comenzó la cuarta dimensión. A cada barquinazo del vehículo, nuestras butacas comenzaron a dar descomunales tumbos, a sacudirse de un lado a otro, a tomar curvas cerradas, a dar bruscas “frenadas” acompañadas por muy verídicos sonidos a los que cada tanto se sumaban los rugidos y bramidos de las bestias. Pero esto fue sólo el principio: de un momento a otro se rompió el parabrisas de nuestro vehículo y un viento frío nos empezó a pegar en la cara. Al acercarse una de las bestias, el viento nos trajo también el olor de su aliento, matizado de pronto por el perfume de la selva que la rodeaba. Pero no terminó ahí la cosa, porque inesperadamente un chorro de aire caliente nos dio justo en la coronilla, y nos hizo pensar que uno de los monstruos haría un festín con nuestros liliputienses cuerpos. Justo en el momento en que estábamos en el máximo frenesí, “algo” primero nos rozó, y luego pareció agarrarnos una pierna desde debajo de la butaca… Segundos más, ¡y la primera película había terminado!

Vuelve la operadora, se fija si la cuarta dimensión ha provocado algún desmayo, mini-infarto u otro efecto indeseado o si todos estamos bien. Nos propone seguir la experiencia y nos da a elegir entre varias alternativas. De común acuerdo con la señora francesa decidimos disfrutar de una aventura en la nieve. Ahí nomás se apagaron las luces y empezó una alocada carrera, no se sabe bien si en esquí o “bob-sleigh” a lo que parecía mil por hora, con pavorosas avalanchas, gigantescos pinos que nos cortaban el camino mientras nuestras butacas bailaban a un ritmo frenético. A todo esto, chorros de aire helado nos impactaban de cada lado en una sucesión vertiginosa de experiencias que dejaban chica y reumática cualquier montaña rusa del más moderno parque de diversiones.  Luego hubo más mini-films,  de los que recordamos más vívidamente uno que nos llevó precisamente a un parque de diversiones donde participamos de un recorrido dantesco y otro, el “largometraje,” donde penetramos en las entrañas de la tierra en uno de esos vagones-tolva que transportan minerales (en este caso a nosotros…) a velocidades alocadas y alucinantes por los túneles donde las vías se interrumpían bruscamente en medio de estridentes sonidos de metal retorcido y los propios y añosos túneles se venían abajo casi para sepultarnos vivos.

La adrenalina subía a niveles estratosféricos y realmente vivimos una experiencia 4D (que por escrito es irreproducible) digna de ser experimentada por adultos, ya que las proyecciones en 4D no son aptas para niños y menores de cierta edad por ser muy “fuertes”. Cuando salimos del microcine, penetramos en la atmósfera tranquilizante del crucero a la mejor hora del día: la hora del té, con masitas y sandwichitos surtidos en la cubierta 9, en el self-service “Lido” que nos tranquilizaron tras la electrizante experiencia que se nos había ofrecido.

Patricio